La madrugada del 10 de septiembre de 1977 en Marsella, Francia, un joven tunecino discapacitado fue decapitado en el patio de la prisión de Baumettes.
La guillotina suele asociarse con el inicio de la Revolución Francesa, en 1789, y los años subsiguientes. Pero la máquina se siguió utilizando en Francia durante 200 años más para cumplir sentencias de penas de muerte.
La decapitación del tunecino Hamida Djandoubi fue, sin embargo, la última que se realizó en el país.
«La noche en la que estaba previsto que se efectuara la sentencia, yo no pude dormir… sólo pensaba en que se iba a asesinar a una persona», recuerda Nicole Pollak, la hija del abogado que estuvo a cargo de la defensa de Djandoubi.